Cuántos años tienes 20? 25? 30? Da
igual, la edad no marca tu experiencia, sabiduría, madurez, entereza,
estabilidad emocional o éxito personal.
Entonces, en tu crisis de mediana
edad, te acuestas sobre tu cama y mirando al techo piensas si eres feliz. ¿Lo eres? ¿Qué tanto? ¿Qué lograste y que no? ¿Cuánto
disfrutaste y cuánto no? ¿Cuánto amor entregaste y cuánto no? ¿Cuantas veces
devolviste la sonrisa y cuantas veces no?
Imaginas que te falta, y a muchos les falta lo mismo que a mí y a muchos no. ¿Y qué sería no necesitarlo? ¿Y qué sería tenerlo? ¿Y dónde encontrarlo? ¿Y cómo estar segura? ¿Y si no es lo que esperaba? ¿Y si yo no doy la talla?
Y encuentras dos opciones, o te levantas de la cama y continuas viviendo o te haces bolita y sufres.
Y aquí estamos, escribiendo entre huecos de tiempo,
entre caos de trabajo y extrañas sensaciones de angustia, ese tipo de angustia
a la que sabes que sobrevivirás.
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